Carta a  Teofilo…

 

Apreciado Teófilo,  paz  y bien en Cristo Jesús   y en  nuestro padre san Francisco de quien aprendimos a soportar los rigores de la pobreza.

 

Quise hoy escribirte, asistido por un sentimiento de impotencia  y quizá  de rebeldía y enojo, por lo que pido perdón a Dios, y a   mis hermanos la respectiva penitencia que merezco.

 

Desde mi oficina ubicada en el norte de la cuidad,  miro  hacia el sur y pienso como será la mañana de un día común  para un niño del poblado.     Quizá será levantado por su nana o su mamá, de entre una cómoda cama, después de un sueño tranquilo.    Luego se bañará con agua caliente  contrarrestando los rigores del frio matutino, tal vez sin siquiera percatarse de el.  Desayunara con los mejores alimentos y luego debidamente abrigado, partirá a la escuela en el carro familiar en compañía de alguno de sus padres, de su nana o de su conductor; asistirá a  los mejores colegios, y un día a la mejor universidad.  No habrá  problema, todo está debidamente programado y financiado. 

 

De pronto un grito desde la cocina me hace suspender mi meditación; es la señora que prepara los alimentos, y trae una mala noticia: «Padre, no hay pan ni huevos para el desayuno, y se acabo la panela».  Hoy comerán arroz solo, y quizá frutiño al desayuno.

 

Estiven hoy, irá por cuarto día consecutivo a la escuela con el mismo bluyín (limpio pero raído del uso),  El pequeño Felipe no tiene interiores suficientes para toda la semana,  a la cama de Mateo le faltan tres tablas,  a los dos pequeños que recibimos ayer les toco meter la ropa bajo la cama, no hay loker para ellos.  Debo llevar los niños a la escuela, caminando porque la camioneta se daño y desde diciembre no la he podido sacar, el problema es que está lloviendo y siempre el mas de un kilometro a pié.   Recuerdo que hoy es primero y no he podido pagar la nomina de los empleados, que me llamaron del acueducto por la deuda del agua, que debo recargar la energía, pues desde que no la cortaron es prepago…   Dos grandes lagrimas se asoman por mis ojos, vuelvo a mirar al sur y recuerdo la respuesta de mis bienhechores «apenas estamos llegando de vacaciones padre, el otro mes le  damos alguito»…   Lo que ellos no saben, es que el estomago de mis niños no sale a vacaciones.     Dios te  bendiga Teofilo.

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Teófilo: Hijo de Dios.